domingo, 30 de diciembre de 2012

Verdad, Justicia, Libertad... y un huevo duro

La siguiente escena pertenece a Ronda de Noche, de Terry Practhett.

"Vimes se subió las calzas, se abrochó el cinturón y llegó cojeando a la calle y también a una discusión.
         La integraban Rosie Palma, Reg Shoe y media docena más, sentados a otra mesa en medio de la calle. Mientras Vimes salía al aire vespertino, una voz quejumbrosa estaba diciendo:
–No se puede luchar por el “amor a precios razonables”.
–Se puede si nos queréis a bordo a las chicas y a mí– dijo Rosie–. “Libre” no es una palabra que queramos ver usada en estas circunstancias.
–Oh, de acuerdo– cedió Reg, haciendo una anotación en un portapapeles–. A todos nos parece bien Verdad, Justicia y Libertad, ¿verdad?
–Y mejores cloacas– aquella era la voz de la señora Rutherford–. Y que se haga algo con el problema de las ratas.
–Creo que deberíamos pensar en cosas más elevadas, camarada señora Rutherford– dijo Reg.
–Yo no soy una camarada, señor Shoe, y tampoco lo es el señor Rutherford. Siempre nos hemos ocupado de nuestros asuntos y no nos hemos metido en los de los demás, ¿a que sí, Sidney?
–Yo tengo una pregunta– dijo alguien entre la multitud de espectadores–. Me llamo Harry Odre. Tengo una zapatería en Nuevos Remendones.
Reg vió aquella interrupción como la oportunidad de evitar hablar con la señora Rutherford. Los revolucionarios no tendrían que conocer a nadie como la señora Rutherford en su primer día.
–¿Sí, camarada Odre?– dijo.
–Y tampoco somos de la fruslería– dijo la señora Rutherford, que no estaba dispuesta a dejarlo estar.
–Ejem, burguesía– corrigió Reg–. Nuestro manifiesto se refiere a la burguesía. Se dice bur–gue–sí–a.
–Burguesía, burguesía– repitió la señora Rutherford, dando vueltas a la palabra para saborearla–. Pues... no suena tan, tan mal. Y... ejem, ¿qué clase de cosas hacen ellos?
–Volviendo al tema, dice en el artículo siete de esta lista de aquí...– insistió el señor Odre.
–En la Declaración Popular del Glorioso 24 de mayo– aclaró Reg.
–Sí, sí, eso... bueno, pues dice que nos apropiaremos de los medios de producción, o algo parecido, así que lo que quiero saber es: ¿cómo funciona eso en relación con mi zapateria? O sea, yo sigo estando en ella, ¿no? Tampoco es que haya sitio para nadie más que yo y mi hijo Garbut y a lo mejor un cliente.
En la oscuridad, Vimes sonrió. Reg jamás se las veía venir.
–Ah, pero es que después de la revolución toda la propiedad será detentada colectivamente por el pueblo... ejem... o sea, que le pertenecerá a usted pero también a todos los demás, ¿entiende?
El camarada Odre pareció desconcertado.
–Pero, ¿los zapatos los haré yo?
–Claro. Pero todo pertenecerá al pueblo.
–Entonces... ¿quién va a pagar por los zapatos?– insistió el señor Odre.
–Todo el mundo pagará un precio razonable por sus zapatos y usted no será culpable de vivir a costa del sudor de los que trabajan– dijo Reg, tajante–. Ahora, si podemos...
–¿Se refiere a las vacas?– dijo Odre.
–¿Cómo?
–Bueno, están solamente las vacas y los chicos de la curtiduría, y francamente lo único que hacen es pacer todo el día en el prado, bueno, los chicos de la curtiduría no, claro, pero...
–Mire– dijo Reg–. Todo pertenecerá al pueblo y así a todo el mundo le irá mejor. ¿Lo entiende?
Al zapatero se le arrugó todavía más el ceño. No estaba seguro de formar parte del pueblo.
–Yo pensaba que solo queríamos que no hubiera soldados en nuestra calle ni turba ni gente así– dijo.
A Reg se lo veía agobiado. Se zambulló en busca de seguridad.
–Bueno, por lo menos estamos de acuerdo en lo de Verdad, Libertad y Justicia, ¿no?
Hubo un coro de asentimientos. Todo el mundo quería aquellas cosas. No costaban nada.
Una cerilla centelleó en la oscuridad y todos se giraron para mirar a Vimes que se encendía un puro.
–A usted le gustaría que hubiera Libertad, Verdad y Justicia, ¿verdad que sí, camarada sargento?– le alentó Reg.
–A mí me gustaría comerme un huevo duro– dijo Vimes, sacudiendo la cerilla.
Se oyeron unas risas nerviosas, pero Reg pareció ofendido.
–Dadas las circunstancias, sargento, creo que tendríamos que elevar un poco más nuestros puntos de mira...
–Bueno, sí, podríamos– le cortó Vimes, bajando los escalones. Echó un vistazo a las hojas de papel que Reg tenía delante. El hombre se lo tomaba en serio. Muy en serio. Y era concienzudo. Mucho–. Pero... bueno, Reg, mañana volverá a salir el sol, y estoy bastante seguro de que pase lo que pase no habremos encontrado la Libertad, y no habrá demasiada Justicia, y maldita sea si no estoy seguro de que no habremos encontrado la Verdad. Pero a lo mejor es posible que yo consiga un huevo duro. ¿De qué va todo esto, Reg?
–¡De la República Popular de la Calle de la Mina de Melaza!– exclamó Reg con orgullo–. ¡Estamos formando un gobierno!
–Ah, muy bien– dijo Vimes–. Otro. Justo lo que necesitamos. A ver, ¿alguno de vosotros sabe adónde se han ido mis malditas barricadas?"

sábado, 29 de diciembre de 2012

Cómo conseguir los discos

Un día una persona con genitales entró en este blog y leyó un post sobre un disco y lo que leyó le gustó y quiso tener ese disco. Y eso fue bueno. Porque al no ver por ninguna parte un enlace de descarga a mediafire o zippyshare o similar no desfalleció, optó en cambio por dejar un comentario que decía tal que así: “hoygan k buena pinta tiene el discoh quiero escucharlo en mi aipog me lo pasas? gracias de antebraso”. Y esto también fue bueno, porque al dejar ese comentario su mail se reveló al que suscribe, y pude (o pudo, no sé utilizar “el que suscribe”, ¡mecachis!) enviarle el link requerido por mail.
Así que ya sabéis, niños, lo que hay que hacer para conseguir algún disco. Me sabe mal no poder ofrecerlos sin más, pero no mola que te chapen el blog. Petons. 
 
Foto sacada de El Mundo Playmobil